miércoles, 16 de noviembre de 2011

Eva, otro producto mediocre de la filmografía española

Eva es una película que puede parecer muy diferente del resto de producciones españolas. Y posiblemente la temática sea diferente, puesto que no acostumbramos a realizar films de ciencia ficción (a pesar de que justamente ahora encontramos dos películas españolas en cartelera con temáticas fantásticas o de ciencia ficción, el otro ejemplo sería Verbo, de Eduardo Chapero-Jackson).
En mi opinión Eva es una película que no se desmarca mucho. Al inicio vemos unos paisajes nevados donde predomina el blanco pero dónde de repente vemos una figura de una niña con un abrigo rojo que capta nuestra atención, es una lástima que no consiga hacerlo durante los 90 minutos que tiene de duración.

La fotografía, si no fuera por los paisajes que escogieron para realizarla, no es nada excepcional. De acuerdo que no está mal y que hay algún plan bonito o que, por ejemplo, la forma en la que se nos muestra cuando Lana le explica a Álex que Eva es un robot es bastante acertada, pero no puede compararse con trabajos hechos por directores de fotografía como Christopher Doyle (un dios). Además, en determinados momentos se hace uso del zoom, que yo personalmente encuentro que es un recurso que no ayuda nada y que resta credibilidad en el relato.
Hay algo que no he entendido sobre la dirección artística. Si la película está ambientada en el futuro, concretamente en el año 2041, ¿por qué los coches son antiguos? ¿Por qué la gente viste de una forma anacrónica? ¿Por qué la decoración de las casas es tan simplista? Y es que en toda la película predomina una cierta estética propia de los años 70 que no resulta muy coherente con el resto del relato, que se caracteriza por su tono futurista. Eso sí, podemos encontrar detalles tecnológicos a chorros, desde una especie de gramófono virtual hasta mascotas digitales. Y es que si algo quería hacer el realizador de la película era mostrar que domina los efectos especiales. Con este tema suelta toda su imaginación y nos muestra el cerebro de un robot que se puede hacer grande y pequeño con los dedos, imágenes que se capturan y se convierten en holografías y todo tipo de aparatos digitales propios de una época futura. ¿Por qué esta diferencia, pues, entre los gadgets y los objetos de la vida cotidiana (ropa, coches, camas, lavabos…)?

El reparto está formado por varias de las estrellas del panorama cinematográfico actual. Encontramos a Daniel Bruhl, que ha realizado tanto obras en el país como en el exterior (Goodbye Lenin, Wolfgang *Becker, 2003) y que hace una buena actuación, sin elogiarlo excesivamente. Su personaje tampoco es muy dado a las emociones o las expresiones o sea que tampoco se le puede juzgar en exceso. En en cuanto al personaje femenino, encontramos a Marta Etura, que parece que en los últimos años ha cogido empujón porque podemos encontrarla en muchas producciones de los últimos tiempos como Celda 211 (Daniel Monzón,2009), Mientras duermes (Jaume Balagueró, 2011) o 7 minutos (Daniela Fejerman, 2009). Pienso que hace un mejor papel que Bruhl y que tiene un aire más profesional a pesar de que aparece en muchos menos momentos. Encontramos a otro actor que compartió cartelera con Marta en Celda 211, Alberto Ammann. Este sí que queda relegado a un segundo plano y es más difícil realizar un juicio de valores sobre su actuación. En cuanto a Eva, interpretada por Clàudia Vega, hace un buen papel sobre todo teniendo en cuenta que es una niña. Esto no quiere decir que haya que despreciar las actuaciones infantiles o que hayamos de esperar poco de ellas porque, por poner un ejemplo, en El niño de la bicicleta, de los hermanos Dardenne, el niño protagonista (Thomas Doret) hace una actuación excepcional y es capaz de captar la atención de la cámara durante todo el largometraje. Por eso es difícil calificar la actuación de la intérprete de Eva cómo algo más que buena. Por último, destacar la presencia de Lluis Homar que nos tiene acostumbrados a papeles de malo repelente como en No tengas miedo (Montxo Armendáriz, 2011), Los ojos de Julia (Guillem Morales, 2010) o Héroes (Pau Freixas, 2011) y en este caso sorprende con un papel bastante ridículo, hasta el punto de que en algunos momentos da risa.
En en cuanto al guion, creo que se basa en la típica trama del triángulo amoroso, un poco al estilo de El curioso impertinente. A partir de este punto de salida se incluye a una niña que hace que al inicio pienses: “Por favor que no acabe resultando que el padre es Álex en vez de David”. Y de hecho sorprende porque no es que su padre sea otro sino que simplemente es un robot. Me parece, pero, que este triángulo no se trata con profundidad y quedan muchos vacíos en la historia que el espectador no es capaz de llenar. Creo que hay un problema con Eva y es que el personaje no resulta tan atractivo como parece ser. Álex está maravillado con esta niña porque piensa que es diferente al resto de niños de su edad y la veu como una niña perfecta. ¿Realmente es así? Yo creo que conozco a unas cuantas personas de 10 años que podrían hacerse pasar por ella. No deja de ser una niña cursi a la que le gusta llevar la contraria. Los guionistas necesitaban que hubiera una conexión entre Eva y Álex que queda un poco colgada porque ella no resulta tan interesante. Además, pienso que es un personaje que tiene un punto inverosímil y al que no nos acabamos de creer, diría que no está del todo bien construido.

Hay algunos momentos absurdos que no tienen denasiado sentido, como cuando se hacen referencias forzadas al cine cuando la niña dice: “Si esto fuera una peli dirías...”. Creo que no tienen ninguna relevancia. Igual que hay algún momento en que los dos personajes principales están juntos y mantienen un tipo de diálogo pseudointelectual propio de una película de autor oriental (o al estilo Coixet) que no acaba ni de encajar ni de funcionar.
Es una película donde abundan las imágenes efectistas, que quieren impactar al espectador pero que también carecen de significado y no acaban de obtener una coherencia y una cohesión con el resto del relato.
Es un largometraje lento en el que no pasa nada. Y esto no es malo. Hay muchas grandes películas que son así y son sensacionales pero porque en vez de narrar unos hechos profundizan en un personaje, por ejemplo. En este caso los hechos que se nos explican no son nada del otro jueves y los estudios de los personajes son bastante incompletos.
Por todo esto pienso que es una película que se queda a medias. Seguramente al inicio era muy ambiciosa pero al final no acaba de atreverse y se queda en lo mediocre. La trama es insuficiente, la relación entre los personajes no se nos explica del todo y tampoco acabamos de entender por qué son cómo son. Tiene este punto tan español de querer arriesgarse pero quedarse en el intento y es por eso que al inicio decía aunque no parezca la típica producción española lo acaba siendo.


lunes, 7 de noviembre de 2011

El niño que quería ser feliz

No es necesario llenar de sentimentalismo una película para que resulte cercana.


La película ante la que nos encontramos pertenece a dos de los mejores cineastas belgas del panorama actual, aunque se les puede considerar como uno solo ya que ellos mismos se denominan “una persona con cuatro ojos”. Escriben, dirigen y producen sus películas ellos mismos y por eso mismo es tan sencillo reconocer sus trabajos. Iniciaron su carrera realizando documentales a finales de la década de los 70. En 1987 rodaron su primera obra de ficción, Falsch. Sin embargo el reconocimiento internacional no les llegó hasta La promesa (1996) y se consolidó con Rosetta (1999), que ganó la Palma de Oro en el Festival de Cannes. Desde entonces han participado en la sección oficial del citado Festival con todas sus producciones.



El film narra las aventuras que emprende un niño, Cyril (Thomas Doret), para reencontrarse con su padre (Jérémie Renier). Un padre que lo dejó en un refugio, en principio temporalmente, porque no podía ocuparse de él. Pero lo realmente importante en la película no es el niño abandonado, sino la falta de afecto, la necesidad de encontrar una figura adulta que le acompañe. En principio busca esta figura en su progenitor, pero después de que este le diga que no quiere saber nada más de él se siente solo y se fija en el adolescente problemático del barrio. Este le ofrece su compañía, lo cuida y Cyril ve en él ese padre que acaba de perder. No tarda en descubrir, pero, que sólo quería aprovecharse de su inocencia y acaba siendo abandonado por segunda vez.



Y es que el niño busca ese adulto protector en un ser masculino, y por eso no ve a Samantha (Cécile de France), la peluquera a la que conoce por casualidad en la primera huida que realiza en busca de su padre y que le abre las puertas de su casa y de su corazón sin dudarlo. Puede parecer extraño que una mujer que tiene una vida estable y que no conoce de nada al pequeño decida acogerlo los fines de semana, pero realmente el espectador no se pregunta por qué lo hace, es irrelevante. Igual de extraño es que cuando se encuentra en la disyuntiva de tener que elegir entre su pareja y el chico acaba escogiendo al segundo al que apenas conoce. ¿Por qué lo hace? No lo sabemos. Podemos decidir buscar una respuesta a esta cuestión o simplemente aceptar que ella ha tomado esta determinación, ¿acaso alguien puede entender al ser humano? Desde el primer encuentro que tiene con Cyril, en el que este la abraza y ella le dice que puede cogerla, Samantha se deja envolver por el pequeño y le da valor a su presencia. Por eso acepta su mal comportamiento y se llena de paciencia, porque en el fondo es consciente de que él acabará encontrando en ella lo que busca y, muy seguramente, ella también en él lo que estaba buscando.

Las películas de los Dardenne se enmarcan dentro del realismo social. Muestran personajes de clase trabajadora y sus problemas, aunque tratan estas temáticas de una forma contenida, sin caer en sentimentalismos o en juicios de valor


Las imágenes están cargadas de dinamismo y es en gran medida por el hecho de tener a un niño como protagonista. Lo vemos casi siempre corriendo, yendo en bicicleta de un lado a otro y mostrándose inquieto, que no deja de ser una forma de expresar lo incómodo que se siente con él mismo. La película se ubica en Sereign, como todas las que han realizado a partir de La promesa ya que los cineastas pasaron ahí gran parte de su infancia y su adolescencia y son tierras que conocen bien y que les ayudan a explicar lo que tienen en mente.

Hay que destacar la gran actuación de Thomas Doret, pocos niños saben captar tanto la atención de la cámara y mostrar tanto con tan poco, desde luego ha sido un gran acierto por parte de los realizadores dar con el chico. Cécile de France, a la que hemos podido ver hace poco en las salas en Más allá de la vida (Clint Eastwood, 2010), también borda el papel sobretodo conteniendo su actuación. La mayoría de secundarios (Jérémie Renier, Fabrizio Rongoni u Olivier Gourmet) forman parte del reparto habitual que emplean los cineastas en sus films, y aunque aquí han sido relegados a un segundo término es muy apreciable su trabajo.



En definitiva, las películas de estos realizadores se enmarcan dentro del realismo social. Muestran personajes de clase trabajadora y sus problemas, como lo hacen también los británicos Ken Loach, Mike Leigh o el finlandés Aki Kaurismaki. Aunque los hermanos Dardenne tratan estas temáticas de una forma contenida, sin caer en sentimentalismos o en juicios de valor. Quizá sea esto lo que hace que sus obras nos resulten tan cercanas. La película no pretende darnos una lección, simplemente se nos muestran unas determinadas imágenes que después nosotros podemos valorar, o no. Aunque sea una película de autor, todo el público es capaz de verla y conectar con ella. Es una pena que sólo pueda verse en tres cines en Barcelona.