lunes, 7 de noviembre de 2011

El niño que quería ser feliz

No es necesario llenar de sentimentalismo una película para que resulte cercana.


La película ante la que nos encontramos pertenece a dos de los mejores cineastas belgas del panorama actual, aunque se les puede considerar como uno solo ya que ellos mismos se denominan “una persona con cuatro ojos”. Escriben, dirigen y producen sus películas ellos mismos y por eso mismo es tan sencillo reconocer sus trabajos. Iniciaron su carrera realizando documentales a finales de la década de los 70. En 1987 rodaron su primera obra de ficción, Falsch. Sin embargo el reconocimiento internacional no les llegó hasta La promesa (1996) y se consolidó con Rosetta (1999), que ganó la Palma de Oro en el Festival de Cannes. Desde entonces han participado en la sección oficial del citado Festival con todas sus producciones.



El film narra las aventuras que emprende un niño, Cyril (Thomas Doret), para reencontrarse con su padre (Jérémie Renier). Un padre que lo dejó en un refugio, en principio temporalmente, porque no podía ocuparse de él. Pero lo realmente importante en la película no es el niño abandonado, sino la falta de afecto, la necesidad de encontrar una figura adulta que le acompañe. En principio busca esta figura en su progenitor, pero después de que este le diga que no quiere saber nada más de él se siente solo y se fija en el adolescente problemático del barrio. Este le ofrece su compañía, lo cuida y Cyril ve en él ese padre que acaba de perder. No tarda en descubrir, pero, que sólo quería aprovecharse de su inocencia y acaba siendo abandonado por segunda vez.



Y es que el niño busca ese adulto protector en un ser masculino, y por eso no ve a Samantha (Cécile de France), la peluquera a la que conoce por casualidad en la primera huida que realiza en busca de su padre y que le abre las puertas de su casa y de su corazón sin dudarlo. Puede parecer extraño que una mujer que tiene una vida estable y que no conoce de nada al pequeño decida acogerlo los fines de semana, pero realmente el espectador no se pregunta por qué lo hace, es irrelevante. Igual de extraño es que cuando se encuentra en la disyuntiva de tener que elegir entre su pareja y el chico acaba escogiendo al segundo al que apenas conoce. ¿Por qué lo hace? No lo sabemos. Podemos decidir buscar una respuesta a esta cuestión o simplemente aceptar que ella ha tomado esta determinación, ¿acaso alguien puede entender al ser humano? Desde el primer encuentro que tiene con Cyril, en el que este la abraza y ella le dice que puede cogerla, Samantha se deja envolver por el pequeño y le da valor a su presencia. Por eso acepta su mal comportamiento y se llena de paciencia, porque en el fondo es consciente de que él acabará encontrando en ella lo que busca y, muy seguramente, ella también en él lo que estaba buscando.

Las películas de los Dardenne se enmarcan dentro del realismo social. Muestran personajes de clase trabajadora y sus problemas, aunque tratan estas temáticas de una forma contenida, sin caer en sentimentalismos o en juicios de valor


Las imágenes están cargadas de dinamismo y es en gran medida por el hecho de tener a un niño como protagonista. Lo vemos casi siempre corriendo, yendo en bicicleta de un lado a otro y mostrándose inquieto, que no deja de ser una forma de expresar lo incómodo que se siente con él mismo. La película se ubica en Sereign, como todas las que han realizado a partir de La promesa ya que los cineastas pasaron ahí gran parte de su infancia y su adolescencia y son tierras que conocen bien y que les ayudan a explicar lo que tienen en mente.

Hay que destacar la gran actuación de Thomas Doret, pocos niños saben captar tanto la atención de la cámara y mostrar tanto con tan poco, desde luego ha sido un gran acierto por parte de los realizadores dar con el chico. Cécile de France, a la que hemos podido ver hace poco en las salas en Más allá de la vida (Clint Eastwood, 2010), también borda el papel sobretodo conteniendo su actuación. La mayoría de secundarios (Jérémie Renier, Fabrizio Rongoni u Olivier Gourmet) forman parte del reparto habitual que emplean los cineastas en sus films, y aunque aquí han sido relegados a un segundo término es muy apreciable su trabajo.



En definitiva, las películas de estos realizadores se enmarcan dentro del realismo social. Muestran personajes de clase trabajadora y sus problemas, como lo hacen también los británicos Ken Loach, Mike Leigh o el finlandés Aki Kaurismaki. Aunque los hermanos Dardenne tratan estas temáticas de una forma contenida, sin caer en sentimentalismos o en juicios de valor. Quizá sea esto lo que hace que sus obras nos resulten tan cercanas. La película no pretende darnos una lección, simplemente se nos muestran unas determinadas imágenes que después nosotros podemos valorar, o no. Aunque sea una película de autor, todo el público es capaz de verla y conectar con ella. Es una pena que sólo pueda verse en tres cines en Barcelona.


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