viernes, 3 de junio de 2011

Pequeñas películas con mucha magia

Vuelvo a la carga con otra película de cartelera! Esta vez es el turno de Pequeñas mentiras sin importancia (Les petits mouchoirs). Se trata del reciente film de Guillaume Canet, reconocido actor francés que ha protagonizado, entre otras, Jeux d'enfants o No le dis à perssone, con la que además ganó un César al Mejor Director en 2007. Con esta, su tercera película, se ha consagrado como uno de los directores franceses de mayor proyección internacional.



La trama se puede resumir muy fácilmente. Se trata de unos amigos que se reúnen como cada año para pasar las vacaciones en la casa que uno de ellos, Max, tiene en la playa. Pero esta vez no será como cada año. Ludo, uno de los miembros del grupo, ha sufrido un grave accidente y se encuentra ingresado en la UVI con lo que tienen que ir sin él. Porque la opción de quedarse en París con él está descartada. A quién se le puede pasar por la cabeza.
Partiendo de esta idea vemos las relaciones que se establecen entre los diversos personajes. Primero vemos su día a día en París, su vida, sus relaciones. Más tarde se nos muestra su convivencia durante las vacaciones. Vemos como van pasando los días y como van actuando, no mostrándose tal y como se sienten. Vemos como algunas relaciones se enrarecen y otras se hacen más fuertes. Vemos a gente que comparte (excesivamente) sus problemas y gente que se los guarda. Todo esto gracias a personajes muy bien construidos, muy bien definidos. Personas que evolucionan a lo largo del film, que maduran, que crecen por dentro y se vuelven más conscientes de todo lo que tienen alrededor. Además tienen problemas que podemos tener tú, yo o la vecina de arriba con lo que es muy fácil sentirse identificado y por consiguiente que la película te llegue. Y es que por muy sencilla que parezca la idea de la que parte el film, no se trata de un film sencillo en absoluto.



Hay que prestar especial atención a las actuaciones. La mayoría de ellas son simplemente geniales. Cabe destacar la de François Cluzet, al que hemos podido ver en películas como la ya mencionada No le dis à perssone, por la que también obtuvo un Premio César a la Mejor Interpretación Masculina, French Kiss o Paris. Su personaje, Max, es sin duda el más simpático de la película gracias a sus manías o su pánico al amigo gay (genial la escena del partido de fútbol), aunque al final también sabe sacar su lado más humano. Por otra parte encontramos a Benoît Magimel, interpretando al amigo gay que aún no ha salido del armario porque no quiere aceptar su homosexualidad, quizá su interpretación no es remarcable pero el reencontrarme con él después de la magistrial La pianista hace que sea necesario mencionarlo, sobretodo teniendo en cuenta el cambio de registro entre los dos films. Gilles Lellouche sería el siguiente en la lista. Con su cara de chico malo y sexy no podía interpretar a otro que al chico malo y sexy. Malo pero que al final descubre que tiene un corazón y que necesita querer y ser querido como cualquier otro ser humano. Pudimos verlo en Paris también, junto a Cluzet. Finalmente está Marion Cotillard, a la que podíamos ver en la entrada anterior en la película de Woody Allen. No me gustó su papel y no me gustó ella. O quizá no me gustó su papel porque no me gusta ella. Quién sabe. La cuestión es que me pareció demasiado afectada y profunda, sobretodo hacia el final de la película.
Es posible que una de las causas del buen resultado del trabajo con los actores es que muchos de ellos ya habían trabajado juntos con anterioridad con lo cual se había creado ya una cierta química entre que se hace muy patente en la pantalla. Quizás en este mix francés faltaba Juliette Binoche (sí, cada vez la tengo en más estima) aunque no logro acertar cuál hubiera sido su papel.



Finalmente tan solo remarcar unos aspectos más. En primer lugar la banda sonora, y tiene mérito que lo diga yo porque odio las bandas sonoras. Canet ha escogido de forma muy precisa y adecuada las canciones que suenan a lo largo del film. Ninguna sobra, ninguna es inoportuna, ninguna fuerza ningún sentimiento. Son simplemente elementos que nos acompañan, que no interfieren en la narración. En segundo lugar la escena inicial, desde que Ludo está en el bar hasta que tiene el accidente. El plano secuencia que tiene lugar desde que coge la moto. Lo vemos circular por las calles de París y no podemos evitar tener la sensación de que algo malo va a ocurrir. Le seguimos esperando a que pase algo y justo cuando menos lo esperamos ocurre. Es simplemente genial.

En definitiva, si queréis ver una película con la que podáis reír, llorar, sentios identificados y, en definitiva, disfrutar no dudéis en ir al cine a verla. Porque las películas que hacen reír no tienen porque quedarse solo en eso, porque pueden ser mucho más vale la pena ir.


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